Tarde y mal
No hay tiempo para buscar una escapatoria al problema.
BNAmericas ha informado desde Chile de los problemas de abastecimiento de agua que afronta el país.
La cuestión es que, entre 2005 y 2015, los niveles de agua de los ríos han caído un 20 % de media, y 2019 va camino de ser el peor año de sequía en cincuenta años. 2019 solo es el último año de una larga década de sequía. A consecuencia del impacto climático en el suministro de agua, se ha decretado la emergencia agrícola en al menos cuatro regiones de Chile.
Durante los últimos cincuenta años, la población de Chile casi se ha duplicado, pasando de 9,4 millones a 18,1 millones.
Pero la inversión en infraestructura no ha estado a la altura de la demanda.
El Ministerio de Obras Públicas (MOP) tiene previsto construir 26 embalses. Esto no solo requerirá una enorme cantidad de capital —se calcula que 6500 millones de dólares—, sino que además llevará tiempo.
El ministro de Obras Públicas, Alfredo Moreno, ha advertido explícitamente a la población que habrá dificultades. En el mejor de los casos, construir un embalse lleva 13,5 años, lo que en la práctica se traduce en más de 25, porque siempre acaban surgiendo problemas durante las obras. Por no mencionar que los costos siempre acaban siendo mayores de los previstos.
No solo se están construyendo embalses, sino que también se ha iniciado la construcción de una nueva planta desalinizadora, que abastecerá a la región desértica de Atacama, en el norte de Chile. Las plantas desalinizadoras son bien conocidas por ser una forma cara de producir agua potable.
La mejor manera de mitigar los riesgos inherentes a la construcción de nuevas infraestructuras es optimizar la eficacia de las infraestructuras existentes. Esto significa reducir las fugas equipando las redes, monitorearlas, analizar los datos para identificar las oportunidades de intervención temprana y gestionar las incidencias de forma que se minimicen los minutos perdidos por cliente.
Esto no excluye la necesidad de invertir en infraestructuras. Debería hacerse en paralelo. Una red inteligente costaría pocos millones de dólares y ayudaría a evitar el conflicto político que de otro modo parece inevitable. En Chile y en todo el mundo.
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