Remolcar icebergs
La situación en Ciudad del Cabo ha resucitado de nuevo la vieja idea de remolcar icebergs. Hay un largo historial de ocurrencias con icebergs.
En 1825 surgió la idea de remolcarlos hasta el océano Glacial Antártico para equilibrar la temperatura de la Tierra.
A mediados del siglo XIX, pequeños icebergs fueron remolcados y utilizados como refrigerantes por la industria cervecera de Valparaíso, en Chile —país que, casualmente, un servidor visitó la semana pasada—.
En la primera década del siglo XIX, un empresario propuso remolcar un iceberg a la India, y a finales de ese mismo siglo otro empresario pensó en remolcarlos y fundirlos para extraer el oro en polvo que contenían. En 1914, The Washington Times publicó un sistema para remolcar icebergs a ciudades de la costa este de Estados Unidos y exhibirlos al público antes de dinamitarlos en piezas manejables.
En 1973, RAND Corporation también se propuso remolcar icebergs. Entre sus sugerencias, destacaba la de enviar una central nuclear flotante que garantizara el suministro de energía durante la operación.
En 1979, la NASA hablaba de que las naves espaciales serían un elemento importante en cualquier programa que implicara el uso de icebergs.
Más recientemente, una empresa de Emiratos Árabes Unidos propuso remolcar un iceberg para crear un frondoso paraíso en Oriente Medio.
Desde la década de 1960 realmente se han remolcado icebergs, pero en distancias cortas para impedir que dañaran plataformas petrolíferas.
Visto lo visto, parece claro que no es la solución más adecuada a las crisis del agua.
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