Antigüedad y modernidad
Lima es la ciudad más grande de Perú y también la capital del país. Tiene una población de más de diez millones de habitantes, es decir, comparable a Londres, París, Seúl o Chennai.
Es la tercera ciudad desértica más grande del mundo, después de Karachi, Pakistán y El Cairo. Se encuentra en los valles de tres ríos (el Chillón, el Rímac y el Lurín) y está encajonada, como muchas ciudades de Perú y Chile, entre los Andes y el Océano Pacífico.
De los tres ríos, el Rímac es la fuente de agua potable más importante de la ciudad. Pero, según se ha publicado, la región tiene un déficit anual de agua de 43 millones de metros cúbicos, y solo 1 de cada 10 personas tiene acceso al agua potable.
A la cuestión del suministro de agua se están aplicando dos soluciones: una moderna y otra antigua.
La solución moderna es una planta desalinizadora. Comenzó a construirse en 2017 y costará 95 millones de dólares. El gobierno otorgó una concesión de 25 años a Desaladora del Sur, un consorcio formado por la española Tedagua y Cobra Instalaciones y Servicios.
La solución antigua es revivir las amunas. Las amunas son unos canales de agua construidos en las faldas de las montañas de los Andes por el pueblo Wari cientos de años antes de la civilización Inca. La reimplantación de las amunas con hormigón solo costará 23 millones de dólares. El sistema del que forman parte las amunas consta de dos componentes: canales de desviación, construidos con piedra impermeable, y canales de infiltración permeables que permiten que el agua se filtre en el subsuelo durante la temporada de lluvias.
Pero la población de Lima sigue aumentando. El cambio climático está alterando el ritmo del deshielo de la nieve en los Andes. Sedapal, la compañía del agua de Lima, estima que a menos que la inversión aumente, en 2030 la demanda de agua potable superará la oferta. Por tanto, minimizar las fugas será necesariamente un componente clave de la solución también para Lima.
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